
DOS DESCONOCIDOS
Al
despedirse, me dijo: “Siempre nos hubiera
quedado París”. Y yo rememoré
a Humphrey Bogart, al final de Casa Blanca, caminando bajo un
aguacero por un aeródromo vacío. La vi cómo se marchaba y
tuve el impulso de correr tras sus pasos, de llamarla, de rogarle
que no se fuera. Pero nuevamente fui el cobarde de antaño.
No
creyó mis palabras treinta décadas después: llegaban demasiado
tarde y el tiempo cruel nos había convertido en dos desconocidos
que se hacían reproches en mitad de la noche. Entonces, mirándome a
los ojos me dijo : “¿Sabes?, debiste
haberme pedido que me fuera. Yo lo hubiera dejado todo por ti. “
Mª
Adela Muñoz Lorenzo